Solemos tener una conceptualización muy diferenciada entre los mamíferos y los peces. Sin embargo, así como un cazador guarda el más absoluto silencio en su acecho, los pescadores debiéramos considerar la capacidad auditiva de los peces. Una gran trucha no oye muy diferente a como lo hace un gran ciervo. Por esta razón es que muchas truchas han huido de nuestras intenciones aún antes de que hayamos comenzado a castear.
El sonido viaja en el aire y en el agua de la misma manera: por ondas de compresión. Sin embargo la mayor densidad del agua hace que esas ondas viajen muy rápido (a 1600 m por segundo!) y lleguen a cubrir distancias inmensas. Esto colabora notablemente con los peces en la detección de alimento y potenciales amenazas.
En las aguas rápidas, las corrientes alteran las ondas de compresión provocando mucho ruido de fondo que enmascara los sonidos externos de una manera muy similar a como el viento lo hace con nuestras conversaciones.
Los sonidos provocados en contacto con el agua viajan a través de ella de la misma manera que los sonidos propios del medio líquido, como por ejemplo nuestros pasos sobre el fondo de una embarcación o el golpeteo que nuestros zapatos de vadeo `provocan contra las piedras de la orilla; mientras que los que provienen del exterior necesitan algo más de tiempo. Sin embargo todos ellos, segundos más o segundos menos, serán percibidos por los peces. Tengamos en cuenta que la intensidad de un sonido es cinco veces mayo en el agua que en el aire.
Todo esto nos lleva a entender que los peces viven "bombardeados" de sonidos. Ellos deben, entonces, limpiar ese estímulo para tomar interés sólo por aquellos que les resultan de provecho.
Prueba un día sumergido en una piscina que alguien castee su línea sobre la superficie del agua y que al hacerlo la golpee un poco, o haga un casteo violento de la línea. Vas a comprender mejor porqué aquel día que prefieres no recordar, no pescaste.
Los ruidos de ola que provocan nuestras piernas al moverse en el agua, o el choque de una línea casteada defectuosamente, se calcula que espantan a todos los peces en un radio de 5 ó 6 metros.
Por eso debemos vadear suave y cuidadosamente, castear con delicadeza y desplazarnos sólo lo imprescindible para evitar los ruidos de ola.
Vadea y castea siempre tan silenciosa y tranquilamente como si estuvieras en el lago más alejado de todo, y de madrugada. Seguramente recordarás más piques.