Con la llegada del calor primaveral, los fondos someros de los embalses se pueblan de una diminuta fauna en la que predominan los denominados quironómidos, larvas de dípteros que desarrollan sus fases de metamorfosis en el agua . Su tamaño va desde unos pocos milímetros a varios centímetros. Muchos de ellos presentan un vivo color rojo, debido a la presencia de hemoglobina en sus tejidos. Suelen producir eclosiones masivas, sobre todo, a la caída de la tarde pero, debido a su escaso tamaño, no suelen despertar la atención de los grandes peces. Cosa muy distinta es cuando se encuentran en fase de larva o de ninfa, ya que su alta concentración en el fondo fangoso del embalse hace que las carpas “pasten” sobre ellos como si de vacas sobre un prado se tratara. En cuanto a las artificiales con que imitarlos, lo que primará en éstas es la sencillez del montaje, ya que después de utilizar distintos materiales he comprobado que un simple hilo rojo brincado un tinsel plano, extrafino, dorado o plateado y una cabeza de pavo real rematada, en el caso de las ninfas, con un penacho blanco de CDC, plumón o poly, tiene unos resultados espectaculares. Otra opción es montarlo con un trozo de lana roja común, la cual también es muy efectiva, aunque debido a su mayor tamaño puede también representar una lombriz roja, al estilo de una San Juan Worm. Para pescar con estas imitaciones, en un escenario de aguas muy someras, cercanas a la orilla y señuelos muy pequeños, antes de utilizar indicadores de picada, los cuales aumentarían el impacto de la línea sobre la superficie, utilizo puntas muy largas y engraso bien el bajo e incluso la punta, ya que al quedar suspendido el hilo en la superficie detecta muy bien cuando una carpa succiona la artificial. Esto último no es condición necesaria cuando se trata de barbos, ya que, casi siempre, antes de notar la picada, nos habrá arrancado la línea de las manos.