Desde hace unos años he decidido que me gusta pescar con moscas pequeñas y equipos chicos. Siempre disfruté más de los casts cortos buscando ese tiro perfecto que hace subir a una trucha.
Cierta vez en Denver, en uno de los tantos shows de pesca con mosca, Marc Petit Jean me mostró cómo ataba una mosca de CDC y me la regaló. Me encantó la mosca y cuando la usé en mi Malleo me enamoré mucho más porque esa sequita de CDC no paraba de sacar truchas.
Mi pesca con mosca se remonta a salidas en las lagunas bonaerenses, buscando tarariras con mi esposo y sus amigos. Una vez, mientras me metía entre los juncos para llegar a un claro donde adivinaba tarariras, tiré unos pedazos de galletita que estaba comiendo y en pocos minutos y para mi sorpresa, a mi alrededor se llenó de pescaditos de los que no damos importancia buscando algo grande. Se me ocurrió probar una caña chica con una ninfa pequeña tipo Pheasant Tail, y a solo unos 5 metros de distancia algo agarró la ninfa y empezó una linda pelea contra el equipo liviano que tenía. Empecé a dar gritos para que alguien viniera mientras arrimaba una buena chanchita lagunera que no paraba de tirar tratando de liberarse de mi ninfa. Era la primera vez que veía una chanchita y me enamoré de inmediato de ese pescadito tan simpático que solo había tenido algunas veces en la pecera.
Me enamoré al mismo tiempo de los equipos ultralivianos, las líneas de flote, los leaders finos y las moscas chiquitas que me permitieron divertirme a lo grande con especies muy poco tenidas en cuenta. Sietecolores, más chanchitas, mojarras, y dentudos me han dado satisfacciones tan buenas como las truchas. He llegado a sacar dentudos enormes con una hormiga de cuerpo duro roja y negra. Cómo extraño las lagunas bonaerenses de antes, cuando tenían el agua clarita y se podía ver todo lo que nadaba en ellas.
Cuando pasamos ahora con Marcelo y las vemos todas turbias y sin plantas no lo podemos creer, no han pasado tantos años después de todo. Por suerte todavía quedan charcos con agua linda para la zona de Ceibas y Paranacito donde vamos en primavera y verano.
Con las truchas he tenido mil aventuras desde que pesco en el sur con mosca. El primer río que pisé fue el Malleo, el río que verdaderamente amo y me hace sentir cómoda. Lo pesco año tras año y conozco muy bien muchos de sus rincones. Al principio trataba de tirar largo buscando la orilla de enfrente sin llegar la mayoría de las veces.
Como tenía que cuidar dos bebés no me podía meter mucho ni alejarme, tuve que conformarme con pescar bien mi orilla y aprendí a ver muchas cosas, lo que pasaba en el agua, los ciervos bajando en hilera desde los filos hacia el río en busca de agua, las águilas volando en círculos y tantos detalles que vale la pena ver.
De vez en cuando recogía algo de leña para calentar una pava de agua o la leche de los chicos, los hombres estaban a kilómetros de distancia porque nada lograba mantenerlos cerca y siempre encontraban una excusa para irse por el río. Cierta vez, al lavar los platos en la orilla, el pan y otras sobras fueron arrastradas un poco y al rato había un remolino de truchas peleando con las pancoras, los chicos aunque chiquitos miraban muertos de risa lo que pasaba a solo unos pasos míos, evidentemente no hacía falta tirar lejos para llegar a las truchas gordas.
Aprendí a armar todo mi equipo sola, a hacer tiros cortos con moscas secas logrando una buena deriva y a patinarlas suavemente para volver locas a las truchas cuando no tomaban en deriva muerta.
Una trucha chica era llamada ¨pirulín¨, un poco más grande ¨pirulín crecido¨ hasta llegar a la cate-goría ¨tapón¨ cuando pesaba en la mano. Los chicos ya un poco más grandes se turnaban para agarrar los pirulines y tapones que iba sacando, muertos de risa, con una risa tan sonora que se oía clara sobre el ruido de las correderas.
Hoy cuando pienso que han pasado más de 20 años no puedo evitar que me corra alguna lágrima, por el rápido paso del tiempo, lo que han crecido los chicos y la añoranza de los largos meses de vacaciones que eran normales cuando los chicos eran bebés.
Hoy las salidas se han reducido a días, todo lo moderno que tenemos, lejos de darnos más tiempo libre, nos lo ha quitado.
Mis equipos pequeños hoy son realmente livianos, mi preferido es una caña Sage 00 con un Abel diminuto color verde. Un equipo increíble cuando me toca una tarde sin viento.
No me pongo los waders pescando desde la orilla en lugares como La Escuelita en el Malleo abajo. Por la tarde hay muchas truchas comiendo muy cerquita y esa caña tira muy sutilmente. Mi caddis de CDC se apoya sin ruido entre los caddis naturales que arrastra el río, espero tranquila porque adivino el resultado, de repente una sube y es como si besara la mosca. Con un tironcito de costado la engancho y sale disparando a los saltos por todo el pool. La tarde es perfecta, con el sol cayendo enfrente tras unos riscos después de pintarlos de colores dorados. Cada vez salen más caddis, algunos incluso se me meten en la boca; en el agua, las truchas se vuelven locas. Una me pica y me lleva la mosca. No es fácil atar otra a la tarde con el leader tan fino pero lo logro mientras las truchas siguen comiendo. Alcanzo a sacar varias antes que la luz se vaya y el día de pesca termine.
Para los días de viento tengo una caña Sage ZXL para línea 5, de 8 pies y medio. La uso con líneas texturadas con las que me resulta fácil el doble tirón que al comienzo me costaba y ahora me encanta.
Otra vez, ya regresando con Marcelo a Buenos Aires, decidimos salir con tiempo para volver por la Bajada del Rahue y pescar ríos chicos que cruzáramos en el camino. Paramos en el Catan Lil un mediodía de mucho calor, parecía que estábamos en Salta.
El Catan Lil tenía buen agua, muy transparente y llena de pequeñas correderas y escalones de piedra. Nos metimos por un camino lateral que va pegado al río parando en la primera sombra buena. Armamos un par de cañas muy chicas de fibra de vidrio y bajamos a un pozo que tenía unas lajas en el fondo de color rojizo. Como hacía tanto calor se me ocurrió poner una langostita color arena y ni bien la puse en el agua fue una locura. Subieron varias truchas a buscarla al mismo tiempo, una quedó enganchada de inmediato. La mayoría de las truchas eran chicas, pero la diversión fue muy grande ya que en las partes donde adivinábamos un poco de agua más fresca por alguna sombra o piedras estaban todas amontonadas.
Las devolvíamos lo más rápido que podíamos para que no sufrieran en el agua caliente que tiene poco oxígeno. No hemos vuelto al Catan Lil pero siempre me acuerdo y en algún momento pienso visitarlo de nuevo. Es un río en miniatura ideal para mis equipos chiquitos.
Pescamos otro río con fondo de piedra bocha de todos los tamaños y colores, no me acuerdo cuál era y no me fue bien con mi caña chiquita, cambié por la 5 y tampoco pude sacar nada.
Otro lugar que recuerdo mucho son unos spring creeks que hay cerca del Río Las Pampas en Río Pico y dentro de la estancia Tres Valles. Son spring creeks de un par de metros de ancho con mil y una vueltas y recovecos donde se esconden buenas y gordas marrones.
Cerca de la desembocadura del Río Las Pampas en el Río Pico hay una especie de estero con chorrillos y lagunas algunas muy tapadas de vegetación. Había que ingeniárselas para tirar entre las ra-mas o bajar la mosca donde podíamos. Cada vez que la ninfa se hundía bajo las plantas, en el agua cristalina una trucha marrón la agarraba con furia. Era como una pecera natural pero costaba mucho sacarlas ya que venían hechas un bollo de plantas. La mayoría de esas lagunas están tan escondidas que si no te dicen, no hay forma de encontrarlas.
Muchos pescan por la foto, buscando peces de gran tamaño, yo prefiero algo más tranquilo, peces más chicos, placer al pescar y no sufrimiento. Cuando estuve en África, en vez de matarme tratando de sacar un Tiger Fish me dediqué a algo más humilde, un pez muy parecido a nuestras chanchas pero de mas tamaño. Los guías lo llamaban bream y parecía una tilapia.
Una de las mañanas el guía nos llevó hasta un río chiquito al lado del Zambezi, un pequeño afluente del río Chonwe donde además de muchos elefantes había pequeñas cascadas y pozos llenos de breams.
Mientras los monos babuinos hacían de las suyas tratando de robarnos algo, saqué varias de estas tilapias muy coloridas y fuertes y también varios tigers pequeños de cola roja y negra, parecida a la de nuestros dorados pero más grande. Tiran muy fuerte los tigers, especialmente con una caña 5.
La cantidad de animales y sonidos no la puedo describir, les aseguro que África es lo que siempre esperé, un lugar donde podría pasar el resto de mi vida, un lugar donde uno pierde el habla ante la magia que nos rodea. Me sentí parte de las miles de historias que había leído sobre África, un sueño que pude cumplir, de los tantos que uno tiene.
Córdoba es otro sitio que me ha encantado, Marcelo pescó bastante en esas sierras con Carlitos Tam, pero yo solo fui un par de veces y me gustó mucho esa pesca fina y delicada. Son ríos muy diferentes a los de la Patagonia, ríos donde las truchas se esconden y desaparecen si nos movemos mal. Me pasó que en lugares donde incluso había gente bañándose, al rato, cuando se iban, sacá-bamos truchas lindas. En unos de los viajes fuimos al Río Del Medio bien arriba de La Cumbrecita, un río soñado lleno de piedras enormes y pequeños pozones de cuento. Había que tirar a escondidas, entonces picaban; si te veían, no quedaba una. Llegó un momento en que no pudimos subir más, no quedaba tiempo, la luz se iba y teníamos una buena caminata entre los cascotes para volver al puesto donde había quedado la camioneta. Nuevamente, una langostita fue la mosca que más piques tuvo.
Hoy, mientras pasa el invierno y ato algunas moscas en Buenos Aires, sueño con lugares que no he pescado; estamos investigando ríos en Catamarca, La Rioja y San Juan, en Mendoza y San Luis, ríos ideales para los equipos ultralivianos que más me gustan.
Marcelo me dio para leer de nuevo el libro Nací Pescador, hay un cuento de La Rioja donde Jorge Donovan, metido abajo del monte pesca unas truchitas diminutas, diminutas tal vez en tamaño pero enormes en la satisfacción que le brindaron por haberlas sacado en un río sin nombre que nunca había pisado mosquero alguno.