Para mediados de 2009 recibí una llamada en la que me informaban que había ganado una semana de estadía x 4 PAX en un Tiempo-Compartido, en la zona de Llao-llao, para ser usado hasta fin de noviembre de ese año. Me dieron la dirección para retirar el premio y que debía hacerlo a la brevedad para manifestar mi interés de aceptarlo. Tomé nota, y a la vez no pude evitar pensar: `aquí hay gato encerrado´.
Incrédulos, la semana siguiente fuimos con Susana a retirar el “voucher” a la zona de Congreso [C.A.B.A.]. . . y todo era cierto nomás. Nos lo entregaron con más la indicación que deberíamos avisar nuestra llegada con 30 días de anticipación a la semana que usaríamos, y que ésta iba de sábado a sábado. Los gastos que eran realmente mínimos se pagarían al ingreso, en el complejo.
Invitamos a nuestros incondicionales de tantas salidas, Diana y Hugo, quedando en ir para la segunda semana de la apertura de la Temporada 2009-2010, y con la intención de –en la primera—visitar y pescar 2 o 3 días el Lago Traful y el río homónimo también, si nos autorizaban a entrar por lo de Ted.T. {Este último hecho no ocurrió pero debo admitir que quien nos atendió en la estancia nos informó “de buena onda” que podíamos llegar al río desandando el sendero peatonal que acompaña al Minero, su principal afluente en el tramo superior. Igual desistimos de esta opción porque nos hubiera llevado el día completo y no quisimos dejar a las señoras “abandonadas”.}
Volvamos al relato. Llegado el momento avisamos al apart de acuerdo a las instrucciones recibidas y partimos a Villa Traful como primera escala. El clima estuvo horrible; vientos feroces, lluvia helada y temperaturas bajísimas para esa época del año. Del sol ni noticias. La pesca sobre el lago fue nula. La única reivindicación fue un salmoncito, aguas abajo del Cuyin Manzano, ya de camino a Bariloche.
Instalados en el Tiempo Compartido fueron pasando los días. . . El martes llegó la hija menor de nuestros amigos con su esposo e hijita. El yerno de Hugo quería hacer su primera pesca con mosca. Quedamos en ir el viernes a las nacientes del arroyo Las Bayas que junto con el Verde que viene del Anecón Grande forma el Río Chico que es, junto con el Gualjaina, de los principales afluentes del Chubut.
Las aguas altas (por la época) de este arroyo, su tamaño discreto, la casi nula presión de pesca, la abundancia de peces (con gran actividad alimenticia post-desove) hacen –de este curso—hasta mediados de diciembre un ambiente ideal para probar con equipos livianos sobre peces, en algunos casos, más que medianos. Allí estaba la oportunidad de éxito para nuestro principiante. . . Y allá fuimos.
Por detrás del aeropuerto alcanzamos el Ñirihuau y cruzamos los mallines de El Cóndor por la ruta provincial que va a los túneles abandonados de la cuenca carbonífera de Pico Quemado. Con la recién estrenada doble cabina ascendimos una sierra baja para tomar una pampa de altura con rumbo sur-sur. Yo iba atrás más que relajado en la media luz del amanecer. De repente, el lecho desnudo del camino cruzado por un deslave producido por las lluvias se convirtió en una trampa mortal para la camioneta. La rueda delantera izquierda quedó enterrada en una zanja “sin fondo” de bordes anegados. La trasera derecha giraba libre sin plano de sustento. ¡Estábamos encajados y “colgados”! La inexperiencia del chofer en caminos patagónicos sin mantenimiento había cobrado su precio. . .
Tras más de una hora de inútiles esfuerzos recurriendo a los pocos materiales disponibles, como coirones, neneos, piedras y hasta maderas (???!!!) halladas en el lugar, `como para hacer un piso firme´. . . concluimos que no zafaríamos sin la ayuda de otro vehículo importante que nos tirase de cola. Por supuesto que el camino estaba desierto y probablemente en todo el día no pasaría nadie.
Subido a un cerro cercano logré, celular mediante, comunicarme con mi esposa en Llao-llao. Apenas si logré explicarle el sitio en que nos hallábamos para que pudiera hacerme enviar un auxilio del A.C.A. Al poco rato me devolvió la llamada anunciándome que el servicio `ya salía´ según le informaron
Cuando volví al camino recordé que la credencial de socio estaba con mis documentos en el departamento. Fue justamente la que usó Susana para pedir el auxilio. ¡Es que había decidido salir llevando como única identificación el permiso de pesca en el chaleco!
Conociendo el protocolo del A.C.A. para ejecutar los servicios, les dije a Hugo y Cristian que volvería por el camino hasta el borde de la pampa para ver avanzar al auxilio desde la distancia y entonces bajar para salirles al encuentro, de manera de poder explicarles la situación, previa y convenientemente. Así hice.
Al detenerse el vehículo que venía en nuestra ayuda, pude ver en él que, inusualmente, eran dos las personas que ocupaban la cabina. Ingresé al amplio espacio por la puerta del acompañante, y tras saludar me identifiqué como “el socio” y parte del grupo del vehículo en problemas. Inmediatamente, y mientras íbamos andando, expliqué que tras recibir el auxilio yo volvería con ellos a la sede de Bariloche, mientras que mi esposa también llegaría allí con mi carnet, de forma que ellos pudieran completar los formularios correspondientes a lo actuado. Que sabía que para recibir servicio, ante todo, el socio debe tener la credencial `en mano´. . . pero que estaba en esta situación y les pedía que hicieran una excepción.
Bueno, estaba en ese trámite de dar explicaciones cuando el chofer secamente me interrumpió y dijo: “Vea don Gerardo con usted no hay problema”. Me quedé mudo y giré la cabeza mirando para el lado del volante. “No me reconoce”, e hizo un silencio, “no me vaya a decir que no se acuerda cuando sacamos la Estanciera del `vado del apeadero´ en el Pichi-leufú”. {Hace años que ese camino vecinal que acompañaba la vía en los confines de las 400.000 hectáreas de San Ramón dejó de ser `público´ cuando se construyeron los galpones y laboratorios de I.N.V.A.P.}
“O ese mismo año del 75 cuando lo fui a buscar al campo de La Primavera, que todavía era del finado don Felipe y, en pleno noviembre con una `nevada flor´, se le había roto el semieje del R4 verde”. “Ese año empecé en el Club, en febrero”, continuó, “y ahora después de 35 años ya estoy jubilado y `cuelgo los guantes´ para fin de año”. “Ahora me han pedido por estos meses para que le enseñe el trabajo al compañero”, explicó, dirigiéndose con la mirada al joven que nos separaba en el asiento. “¿Y usted?, siempre tras las truchas veo”, comentó sonriendo.
En ese momento llegamos al `siniestro´. La doble cabina fue liberada.
Cuando nos despedimos hubiera querido darle un abrazo pero sólo le di un apretón de manos, junto con mis deseos que “estuviera bien” en esta etapa que estaba a punto de empezar. . . “tal vez, algún día, nuestros caminos volverían a cruzarse”, pensé.
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Finalmente llegamos al arroyo. Ni armé. Acompañé a Cristian todo el tiempo tratando de explicarle de qué se trata la pesca con mosca y sus infinitos `momentos´ como el que acababa de pasarme hacía un rato en el camino. Una voluntariosa y esbelta `fontinalis´ colaboró. Nuestro novel iniciado tuvo su trucha del primer día.
Foto. Susana Tsuji

 -Dedicado a Freddy-